El universo del marketing está indisolublemente ligado al corazón del Capitalismo. Por ello, muchas de sus acciones y estrategias se vinculan casi siempre con la parte más ingrata del sistema económico: ganar más, con menos recursos y cueste lo que cueste. Por desgracia, la publicidad y el marketing despiertan ideas y conceptos muy negativos en el subconsciente del común de los mortales. Contar verdades a medias, manipular, dulcificar y ocultar las sombras, para destacar y magnificar las luces.
No se puede negar que, en ocasiones, esto es así. Pero sin pretender evitar la autocrítica, no todos los «marketeros» comen niños crudos, ni se pliegan a oscuros y perversos intereses. Un importante número de profesionales del marketing y la publicidad creen que se puede hacer un trabajo excelente, sin atropellar a nadie. La venta no tiene que suponer invariablemente desechar una orientación ética, una responsabilidad y una conciencia del mundo en el que vivimos. Y una aspiración a construir uno mejor, desde el desarrollo de un trabajo muchas veces ingrato, por desconocido.
Salvar al marketing de su mala fama
Ese es el objetivo de un magnífico grupo de locos y locas de esto, que cree firmemente que se pueden hacer las cosas de forma distinta. Se trata de Save the marketing, una plataforma que reúne a un nutrido grupo de perfiles profesionales muy heterogéneos que, sin olvidar conceptos como la productividad, el beneficio y los objetivos estratégicos, lucha por dar a conocer esa parte «buena» del marketing y la publicidad. Que existe y tiene más importancia — si no más — que la parte menos amable. El manifiesto que hace público el citado colectivo es bastante claro, al respecto.
Velamos por el impacto positivo de nuestras acciones de marketing sobre el mundo y las personas. Asumimos su posible impacto negativo y nos responsabilizamos de él. Enfocamos el poder del marketing hacia el bien común. Construimos estrategia desde la autocrítica, la reflexión y la coherencia. Comunicamos con transparencia y honestidad
¿Naïf, probablemente? Quisiera pensar que no. Tanto en el mundo del marketing como en el de la creación de contenido — en cualquier esfera profesional, en realidad — es necesario tener una sólida brújula moral, un sentido último de cada acción que acometes o trabajo que enfrentas. En caso contrario, no sólo terminarías haciendo mal tu labor. Además, te sentirías «vacío» por dentro o el «lado oscuro» te transformaría en alguien que, seguramente, no eres.
Un creador de contenido puede cambiar las cosas ¿Por qué no?
No se trata de un brindis al sol, en una patética búsqueda de redención. Se trata de que las cosas cambien. Las quejas, los debates de barra de bar, el «cuñadismo» está fenomenal y es perfectamente legítimo. Pero es necesario tomar acción, como proponen en Save the marketing. El mundo no va a cambiar a mejor, si no hacemos lo más mínimo para que eso ocurra. Aunque nuestra aportación sea una gota en un océano demasiado grande.
Por eso me he decidido a tomar parte en una de las acciones que han iniciado desde este colectivo. Se trata de donar de manera gratuita mi tiempo y mi experiencia para poder echar una mano a entidades, ONG’s, asociaciones y grupos que están habituados a ayudar a los demás. Pero que — paradojas de la vida — no suelen pedir ayuda. Normalmente, porque no pueden o porque no tienen presupuesto.
El concepto de banco de tiempo existe desde hace mucho, pero no siempre tiene la relevancia pública que debería. La pandemia de la COVID-19 ha sacado lo mejor y lo peor de todos nosotros. Y aún pasarán muchos, muchos meses hasta que podamos recuperar un poco de tranquilidad. Una porción aunque sea pequeña de la «vida de antes».
Al estado de shock pandémico se sucederá un largo proceso de reubicación y reorientación de muchas estructuras. No sólo económicas. También sociales, de apoyo mutuo y de construcción del bien común. Porque con pandemia y sin ella la vida ha seguido su curso y aún sigue. Y los problemas que antes ya estaban ahí… ahora están tomando una dimensión que estremece. Eso las ONG’s y entidades lo saben y su trabajo, casi siempre en precario, no puede hurtar oportunidades a los menos favorecidos.
Prestar mi esfuerzo, mis conocimientos y una pequeña porción de mi tiempo para hacer lo que otros no pueden me parece abonar un precio ínfimo. La vida no puede verse reducida a lo que propone la interpretación más despiadada del Capitalismo. El trabajo tiene que tener un sentido. O todo carecerá de él.