Suelo hacer esto el último día del año, pero ya me quedo con la tarea hecha, que seguro que os da igual. Y siendo ateo… tú verás, el problemón con las efemérides que tengo yo. El caso es que… al tema.
Ha sido un año rarísimo. Con un montón de cosas realmente horribles, pero también con unos chispazos de luz inesperados y tremendamente inspiradores. Algunos amigos nuevos y otros de siempre que ahí siguen; retos y enseñanzas sobre mí mismo que no esperaba encontrar, fracasos sonados — que también son enseñanzas — y victorias pequeñas, pero de gran valor para mí.
Queda un largo camino, con muchas peleas, nuevos desafíos y alguna apuesta personal de la que no quiero rajarme aún. Quizás algún giro copernicano en mi vida, quién sabe. Todo dependerá lo que marque la «crisis de la mediana edad» que parece que no, pero ahí está pegando duro. El caso es que seguimos aquí, braceando y aferrando las cosas buenas con uñas y dientes.
Como no puedo, literalmente, felicitaros a todos… daos por besados, abrazados, felicitados y cargados de buenos deseos. Los que me conocéis sabéis que no es un cliché navideño, que lo digo de verdad y sin dobleces. Los que creáis en todo este asunto de la Navidad… disfrutad de ello y compartidlo con quien queráis y creáis que lo merece. Los que no… no toquéis las narices y, al menos, no molestéis a los que gozan con ello. Bastantes escollos tenemos todos ya.
Acordaos de los que no están, disfrutad todo lo posible de los que sí. Y que cada uno se prepare para su respectivo «largo camino». Que por ahí lo mismo hasta nos encontramos y nos contamos nuestra vida. Un fuerte abrazo a todos y todas.